En el siglo XV y XVI Japón estaba dividido en multitud de pequeños dominios feudales que luchaban entre sí por el control de las islas. De la pequeña provincia de Owari surgió un brillante señor feudal, inteligente y gran estratega: Oda Nobunaga (centro). Y comenzó a ganar poder con sus victorias.
Pero había otros dos señores tan buenos o mejores en el arte de la guerra que rivalizaban con él y entre sí: Shingen Takeda y Kenshin Uesugi. Sin embargo, ambos eran de avanzada edad y murieron pronto por causas naturales. Y así la conquista del centro y la capital de Japón continuó.
Hacía poco se habían introducido en el país las armas de fuego y Nobunaga fue el primero que vio el gran potencial de este nuevo armamento y lo utilizó. También contaba con un brillante general de humildes orígenes: Hideyosi (derecha), antigua limpiabotas. Además, Ieasu Tokugawa (izquierda) era un astuto señor feudal a sus órdenes.
Pero Nobunaga fue traicionado por uno de sus generales, Mitsuhide Akechi, aprovechando que los demás generales estaban en lejanas campañas de conquista y tomando por sorpresa a Nobunaga. Antes que ser capturado, decidió suicidarse. Hideyosi acabó vengando la muerte de su señor y asumió el mando. Pocos años después Japón era reunificado y el sueño de Nobunaga se completó. Pero Hideyosi ansiaba conquistar China y tras ocupar la península de Corea avanzó y ocupó Beijing (Pekin). Sin embargo esta campaña resultó demasiado costosa y Hideyosi acabó cancelándola. Murió antes de volver a Japón.
Poco después Ieasu Tokugawa se alzaría para tomar el poder en Japón. Tras la batalla de Sekigahara, la mayor batalla que jamás ha habido en suelo japonés, Ieasu venció y su linaje gobernó Japón durante 268 años.
Así es como Japón pasó de ser un montón de belicosos territorios divididos a una nación unificada tal como la conocemos.