Los espartanos no eran muchos, sólo unos pocos miles, pero eran los mejores guerreros de la antigüedad. Tras una vida de sacrificio dedicada al entrenamiento, el combate y la guerra desde la más tierna infancia, se forjaban los soldados de élite de esparta. Y mientras ellos se dedicaban en cuerpo y alma a esto, de lo demás se encargaban sus esclavos. No bebían alcohol nunca. Cargaban grandes y pesado escudos, lanzas muy largas y espadas. Su ciudad no tenía murallas, ni las necesitaba. ¿Quien podía hacer frente a estos hombres que tenían prohibido rendirse? Siempre luchaban hasta la muerte sin ceder.
Las mujeres también entrenaban, pero era más para que estuvieran en forma y pudieran traer al mundo individuos bien sanos. Además, al nacer cada uno era examinado para ver si sufría alguna deficiencia o malformación. Si padecía de algo era liquidado al momento. De esta manera todos los ciudadanos/as de esparta eran sanos.
Los viajeros que pasaban comentaban que la vida que ellos llevaban era igual que una tortura para los hombres de otros lugares. Una vida insoportable para quien no ha sido adiestrado para ella. Y el resultado era obtener los guerreros de élite más preparados del mundo.
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